domingo, 30 de diciembre de 2007

RECORDANDO A LUIS CARLOS GALÁN

Hoy el mundo tiene los ojos puestos en Colombia y en Pakistan. En el país hermano, en las próximas horas, se resolverá la liberación de rehenes de la narcoguerrilla. Del otro lado del globo, la opinión pública se escandaliza por el asesinato de Benazir Bhutto. En estos momentos, en que los diarios argentinos llenan sus páginas con noticias sobre estos dos temas, creo que es oportuno recordar un testimonio de político comprometido y honesto brutalmente asesinado en un acto de campaña presidencial. El colombiano Luis Carlos Galán. Copio dos artículos sobre él.

Luis Carlos Galán Sarmiento nació en Bucaramanga el 29 de septiembre de 1943 y fue asesinado en Soacha, Cundinamarca el 18 de agosto de 1989. Político santandereano, fundador del Nuevo Liberalismo.

Hijo de Cecilia Sarmiento Suárez y de Mario Galán Gómez, destacado dirigente liberal del Departamento de Santander, Luis Carlos Galán pasó su niñez felizmente, en el marco de sólidos lazos familiares y en el seno de un hogar a la par afectuoso y austero, conformado por doce hijos. En medio de los rigores propios de una familia tan numerosa, se fue templando y enriqueciendo su espíritu.

Tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, Mario Galán, como muchos otros jefes liberales, padeció las persecuciones políticas junto con su familia, que se trasladó a Bogotá en 1949, cuando fue designado contralor General Auxiliar de la República. En 1950 Galán inició Sus estudios en el Colegio Americano, y en 1952 ingresó al Colegio Antonio Nariño. Destacado estudiante, en 1957 participó activamente en las marchas estudiantiles de protesta contra el régimen dictatorial del general Gustavo Rojas Pinilla, lo que le acarreó una detención policial que lo condujo a una noche de prisión, a pesar de ser todavía un niño.

En 1960 se graduó con honores como bachiller e ingresó a la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, a estudiar Derecho y Economía. En 1963 fundó la revista universitaria Vértice. En 1965 culminó sus estudios universitarios y se vinculó al diario El Tiempo, donde desarrolló una vertiginosa carrera como periodista, editorialista, asistente del director, columnista y miembro de la junta directiva, para lo cual contó siempre con el apoyo del ex presidente Eduardo Santos y de Roberto García - Peña, director del periódico.

En 1969 fue designado por el presidente Carlos Lleras Restrepo como secretario de la delegación de Colombia a la Segunda Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en Nueva Delhi. En 1970 fue designado ministro de Educación en el primer gabinete del presidente Misaél Pastrana Borrero, cartera en la que cumplió una tarea progresista y de hondo contenido social.

En 1971 contrajo matrimonio con la periodista Gloria Pachón Castro, a quien se ha reconocido por su temple, su inteligencia y su coraje. Con ella y con sus hijos Juan Manuel, Claudio Mario y Carlos Fernando, formó un hogar ejemplar. En 1972 Galán Sarmiento fue nombrado embajador en Italia, y en 1974, aún siendo embajador, fue designado representante de Colombia ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

En 1976 regresó a Colombia como codirector del semanario Nueva Frontera, fundado por el ex presidente Carlos Lleras Restrepo. En las denominadas "elecciones de mitaca" de 1976, obtuvo su primera curul en una corporación de elección popular, al llegar al Concejo Municipal de Oiba, Santander. Durante los dos años siguientes acompañó al ex presidente Lleras Restrepo en su campaña por la reelección, en la que cumplió un importante papel. A pesar de que Lleras fue derrotado, Galán obtuvo una curul como senador de la República por el Departamento de Santander.

El 30 de noviembre de 1979 fundó el movimiento Nuevo Liberalismo, como alternativa política dentro del partido liberal. En 1980 fue elegido concejal de Bogotá, y en 1981, en medio de una división del liberalismo, fue proclamado candidato presidencial para enfrentar al sector oficial del partido, representado entonces por el ex presidente Alfonso López Michelsen y por el gobierno del presidente Julio César Turbay Ayala. En esa contienda las elecciones favorecieron a Belisario Betancur, candidato conservador. Sin embargo, Luis Carlos Galán obtuvo cerca del 10% de la votación total, y fue reelegido senador y diputado en 21 de las 23 Asambleas del país.

El Nuevo Liberalismo siguió participando en todos los procesos electorales que se efectuaron hasta el momento de su disolución, en 1989, período durante el cual conservó su representación en el Congreso, en los Concejos y en las asambleas de casi todo el país. Galán se marginó de la contienda presidencial de 1986 para no ahondar en la división liberal y para permitir el regreso del partido a la Presidencia, como en efecto sucedió, tras la elección de Virgilio Barco. En medio de una sangrienta oleada de crímenes orquestados por los carteles de la droga, y de un claro anacronismo de los sectores oficiales del partido liberal, Galán se fue acercando al presidente Barco y apoyándolo en momentos determinantes para su gestión y para la estabilidad de su gobierno. En desarrollo de ese proceso se produjo el ingreso del Nuevo Liberalismo al gabinete nacional, en la cartera de Agricultura, en cabeza de Gabriel Rosas Vega. A la par se fue fortaleciendo la reunificación del partido liberal, que quedó sellada cuando Luis Carlos Galán conquistó la consulta popular como mecanismo de selección del candidato único del partido a la Presidencia.

Luis Carlos Galán fue asesinado el 18 de agosto de 1989.

BBC Mundo conversó con Iván Marulanda, fundador junto con el fallecido político del movimiento Nuevo liberalismo, sobre Luis Carlos Galán y su legado.

¿Qué recuerda en especial del doctor Galán?
Era un hombre muy limpio, transparente, un hombre de bien, un hombre bueno. Con una enorme garra de luchador político. Tenía una obsesión por su país.
Él pensaba que había que hacer un esfuerzo muy grande para superar la violencia, la injusticia social, y que para lograr esos objetivos era necesario transformar la política para darle nobleza y comprometer la acción política con las necesidades de la gente y con las ilusiones de la sociedad de progresar y de vivir en condiciones de bienestar.
Había que transformar la política para que estuviera al servicio del país, y no al servicio de intereses personales o privados.
Su obsesión fue además, que la política fuera el fruto de la deliberación del ciudadano en el barrio, en la junta comunal, en el foro universitario. Que la política fuera la síntesis del pensamiento de la gente y no la imposición de alguien desde una posición autocrática o autoritaria.
Él pensaba que había que encontrar las verdades en la discusión en que participara la gente y que no se podía concebir que la sociedad fluyera si no estaba vinculada a la deliberación racional y libre.
El luchó contra la corrupción y contra el narcotráfico

¿Ud cree que a él lo mató el narcotráfico con intereses políticos? ¿Qué queda de ese sacrificio?

El tema del narcotráfico no fue una obsesión del Nuevo Liberalismo o de Luis Carlos Galán. Lo que pasa es que en ese camino se atravesó el monstruo del narcotráfico.
Se trataba de un monstruo que estaba amenazando las libertades, la democracia y las posibilidades de vivir en paz en Colombia, y nos enfrentamos a ese fenómeno.
El Nuevo Liberalismo fue la única fuerza política que reconoció el peligro de ese fenómeno y que se le enfrentó, las demás fuerzas políticas se alinearon, se aprovecharon y le sirvieron al narcotráfico, y por ello es que estamos viviendo ahora esta realidad.
Yo creo que a Galán lo mató esa comunión entre el narcotráfico y la política, porque el narcotráfico penetró la política y en ese matrimonio perverso surgió la idea de asesinar a Rodrigo Lara, otro compañero del Nuevo Liberalismo que era ministro de Justicia en 1984, y luego a Luis Carlos Galán. Este matrimonio entre la política y el narcotráfico asesinó a Galán.

¿Cree que el ex senador Alberto Santofimio tuvo que ver en este crimen?

Yo no tengo unas pruebas que pudieran sustentar una acusación penal. Si las tuviera ya las hubiera aportado a las autoridades. Pero tengo la convicción moral, la convicción intelectual, la convicción íntima de que sí, de que alguna manera hubo un complot entre la política y el narcotráfico en el que están involucradas las personas que hoy están siendo llamadas a juicio por esa razón.
Es el fiscal general de la nación quien le está diciendo al mundo entero que hay unas pruebas que comprometen a Alberto Santofimio en el asesinato de Luis Carlos Galán y yo le creo al fiscal general de la nación, que es un hombre correcto.

¿Qué queda de ese movimiento político del Nuevo Liberalismo que trataba de cambiar la política colombiana?

Luego de la muerte de Galán, el movimiento se atomizó, se dispersó y la política parece continuar, según algunos analistas, con los mismos vicios.
El Nuevo Liberalismo, había entrado en una etapa de inclusión, de unidad, con el Partido Liberal colombiano, del cual hacíamos parte originariamente.
Entramos en un proceso de unidad con ese partido en 1988 un año antes del asesinato de Luis Carlos, o sea cuando Galán murió, el Nuevo Liberalismo ya estaba disuelto.
Lo que quedó fue un testimonio muy valeroso de un grupo de colombianos que le pusimos el pecho a la realidad y dejamos el testimonio de que se necesitaba y que era posible un valor civil para enfrentar los peores riesgos y peligros de una nación. La verdad es que la batalla no se ganó, nos aplastaron.
Hoy es predominante el contubernio entre la política y el narcotráfico. Hasta hoy el país tiene perdida la batalla pero quedó el testimonio de que hay que dar esa batalla hasta al final y de que hay colombianos dispuestos a darla, como lo demostramos en su momento, y como lo seguimos demostrando unas pocas personas que seguimos dando ese testimonio de fidelidad con esa lucha por la que dio la vida Luis Carlos Galán.

Los nuevos fariseos y publicanos. R. Cantalamessa

El Evangelio de este domingo es la parábola del fariseo y del publicano. Quien acuda a la iglesia el domingo oirá un comentario más o menos de este tipo. El fariseo representa el conservador que se siente en orden con Dios y con los hombres y mira con desprecio al prójimo. El publicano es la persona que ha errado, pero lo reconoce y pide por ello humildemente perdón a Dios; no piensa en salvarse por méritos propios, sino por la misericordia de Dios. La elección de Jesús entre estas dos personas no deja dudas, como indica el final de la parábola: este último vuelve a casa justificado, esto es, perdonado, reconciliado con Dios; el fariseo regresa a casa como había salido de ella: manteniendo su justicia, pero perdiendo la de Dios. A fuerza de oírla y de repetirla yo mismo, esta explicación en cambio ha empezado a dejarme insatisfecho. No es que esté equivocada, pero ya no responde a los tiempos. Jesús decía sus parábolas para la gente que le escuchaba en aquel momento. En una cultura cargada de fe y religiosidad como aquella de Galilea y Judea del tiempo, la hipocresía consistía en ostentar la observancia de la ley y santidad, porque éstas eran las cosas que atraían el aplauso. En nuestra cultura secularizada y permisiva, los valores han cambiado. Lo que se admira y abre camino al éxito es más bien lo contrario de otro tiempo: es el rechazo de las normas morales tradicionales, la independencia, la libertad del individuo. Para los fariseos la contraseña era «observancia» de las normas; para muchos, hoy, la contraseña es «trasgresión». Decir de un autor, de un libro o de un espectáculo que es «transgresor» es hacerle uno de los cumplidos más anhelados. En otras palabras, hoy debemos dar la vuelta a los términos de la parábola, para salvaguardar la intención original. ¡Los publicanos de ayer son los nuevos fariseos de hoy! Actualmente es el publicano, el transgresor, quien dice a Dios: «Te doy gracias, Señor, porque no soy como aquellos fariseos creyentes, hipócritas e intolerantes, que se preocupan del ayuno, pero en la vida son peores que nosotros». Parece que hay quien paradójicamente ora así: «¡Te doy gracias, oh Dios, porque soy un ateo!». Rochefoucauld decía que la hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud. Hoy es frecuentemente el tributo que la virtud paga al vicio. Se tiende, de hecho, especialmente por parte de los jóvenes, a mostrarse peor y más desvergonzado de lo que se es, para no parecer menos que los demás. Una conclusión práctica, válida tanto en la interpretación tradicional aludida al inicio como en la desarrollada aquí, es ésta. Poquísimos (tal vez nadie) están siempre del lado del fariseo o siempre del lado del publicano, esto es, justos en todo o pecadores en todo. La mayoría tenemos un poco de uno y un poco del otro. Lo peor sería comportarnos como el publicano en la vida y como el fariseo en el templo. Los publicanos eran pecadores, hombres sin escrúpulos que ponían dinero y negocios por encima de todo; los fariseos, al contrario, eran, en la vida práctica, muy austeros y observantes de la Ley. Nos parecemos, por lo tanto, al publicano en la vida y al fariseo en el templo si, como el publicano, somos pecadores y, como el fariseo, nos creemos justos. Si tenemos que resignarnos a ser un poco el uno y el otro, entonces que al menos sea al revés: ¡fariseos en la vida y publicanos en el templo! Como el fariseo, intentemos no ser en la vida ladrones e injustos, procuremos observar los mandamientos y pagar las tasas; como el publicano, reconozcamos, cuando estamos en presencia de Dios, que lo poco que hemos hecho es todo don suyo, e imploremos, para nosotros y para todos, su misericordia.